Yupanqui, uno de los capitanes favoritos que tenia vínculos
de sangre con el monarca, ni bien se restableció de sus dolencias, decidió
marchar tras el ejercito imperial; y cuando ascendió con su sequito por las
alturas de Carhuacatac, fue sorprendido por las alturas de Carhuacatac, fue
sorprendido por una violenta tempestad que lo obligo a refugiarse en una humilde
choza de unos pastores. El percance motivo una recaída, y hubo de guardar
obligado reposo.
Cushi urpi, una bella pastorcilla, se esmeraba en prodigar
atenciones al príncipe con marcada humildad. En efecto, largas noches había
permanecido en su cabecera, poniéndole en su frente y sus sienes caldeadas por
una persistente fiebre, extrañas hojas frescas de planta medicinales. Y con que
alegría y admiración contemplaba la arrogante y hermosa faz del guerrero. Y el
también, extasiado, miraba a la muchachita abnegada que le dispensaba sus
cuidados con cariño maternal. Todas la mañanas cuando asomaba la aurora solía
despertarla y se sentía atraído en forma irresistible por la singular expresión
de aquel rostro agraciado y por el dulce acento de su voz, cuando humildemente
le ofrecía sus alimentos.
Y así, en silencio, fue naciendo en aquella almas jóvenes un
tierno amor. El príncipe ya no tuvo prisa de viajar y mas bien, trato de
prolongar su estancia porque una extraña felicidad inundaba todo su ser.
Pero un día llegaron unos chasquis con la orden de ponerse
inmediatamente en marcha. Yupanqui noto que una inmensa tristeza se apoderaba
de el su espíritu fuerte y altivo, se diluyo como la sal en el agua. Por
primera vez en su existencia sintió una honda amargura al pensar que tenia que
dejar para siempre al ser amado.
Después de largos días de meditación, decidió tomar a Cushi
Urpi por esposa. Comunico esta resolución a los hombres de su sequito y a los
padres de la pastorcilla. Todos le mostraron su asombro, porque, ¿Cómo era
posible que un príncipe de sangre real a unirse en matrimonio a una humilde
sierva?
Yupanqui fue en busca de la amada y la hallo pastando una
manada de hermosos pacos de laderas. Cushi Urpi, requerida por el príncipe, le
respondió que no podía, que tenia que obedecer asus padres. En este tremendo
trance noto el guerrero que se nublaba los ojos y al disiparse vio extasiado en
le fondo del valle una laguna azulada y en aguas se dibujaba un paisaje
magnifico.
Cushi Urpi que también contemplaba aquel bello espectáculo
medito un instante y pronto acudió a su
mente una feliz inspiración y sumisamente se acerco ante el atribulado guerrero
y le interrogo.
-Tu que eres príncipe y gran señor, tu que eres el hijo del
Sol, ¿Serias capaz de convertir en fértil valle las aguas de aquella extensa
laguna?.
Yupanqui cavilo breve momentos y blandiendo en sus manos una
honda de finos colores, le respondió
-Y si tu deseo fuera cumplido, ¿consentirias en ser mi
esposa?
La pastorcilla, completamente turbada, le contesto afirmativamente.
Entonces el guerrero, impulsado por un misterio designio, postro sus rodillas
en tierra y oro a su padre Sol con marca devoción y enceguecido por los
intentos rayos de luz, inclino su frente hasta rozar la tierra. En aquel
instante se escucho un agudo silbido en el espacio y, muy cerca rodo por el
suelo un trocito de oro, levantando en su caída una nubecilla de polvo.
Yupanqui prestamente se apodero del
preciado objeto y lo coloco en su honda. Midio la distancia con la aguda mirada
de hábil guerrero y, moviendo rápidamente el arma lo lanzo con suma destreza al
fondo del lago.
A poco , percibiese un estrepito, crujió la montaña, temblo
la tierra, las aguas del lago se agitaron y aquellos felices amantes pudieron
contemplar con asombro. Que el elevado cerro que aprisionaba las aguas, se
partía en dos para dar paso a un raudo torrente.
La unión de la joven pareja cumpliendo el pacto acordado. Se
realizo con gran regocijo y algarabía de los fieles súbditos. Las fiestas se
prolongaron por muchos días, con diversas manifestaciones de cantos, danzas
guerreras y bailes con vistosos atavíos, el termino de los cuales, la feliz
pareja hubo al fin de emprender viaje al nuevo reino conquistado.
Y desde entonces, los felices tarumas convirtieron los
terrenos que ocupaban las aguas de las extensas lagunas azulada, en un inmenso
campo de cultivo, especialmente del albo y preciado maíz, traído por los
guerreros del glorioso ejercito imperial.
Hermoza leyenda
ResponderBorrarSaludos desde Lima
Muchos exitos!!!!
judsieujwiw
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