Siquillapucara sufrió un largo asedio y, finalmente, fue
vencida por hambre y sed. Sin embargo, en las demás parcialidades del reino
continuo la resistencia del enemigo. No hubo lugar del valle del Huancamayo que
no fuera escenario de fieros combates o no guardara las huellas del sangriento
desastre. Así, los Huancaxauxas, hasta el último, no se doblegaron. En medio de
una sangrienta represión imperial en todos los parajes de esta saya continuo la
heroica lucha.
Cansado por el tiempo y tenaz resistencia que habría
sufrido, el jefe cuzqueño dicto una orden atroz; cortar las manos de los
vencidos para evitar levantamiento. En un inmenso llano, muy cerca de
jatun-Xauxa, los conquistadores reunieron a miles de hombres y les amputaron
los brazos. Miles y miles de manos
quedaron regados en toda la pampa. No hubo más resistencia y la dominación inca
sobre la rebelde nación huanca quedo consumada.
Desde entonces, a ese tenebroso lugar se le llama Pampa de
Maquinhuayo, es decir, el llano de las manos muertas. A las ruinas de la
antigua capital Huanca, despoblada para siempre, se le conoce con el hombre de
Tunanmarca. Solo las hierbas y sabandijas saben de la desgracia y soledad.