La Leyenda del Poncho

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En la sierra a los doce años, es la edad del viaje por las altas montañas, por las dilatadas llanuras, por las mesetas heladas, cabalgando en nervioso y ágil caballito. Es la edad en que los ojos empieza a llenarse de paisajes y el labio superior de un finísimo pelillo que ya quisiéramos que fuera tan negro como el carbón.

La Leyenda del PonchoLas madres serranas, cuando el hijo llega a los doce años, debe de hacerle presente de un poncho hermosamente listado, pues que el listado constituye el orgullo del nuevo señor de las punas. Y digo bien las punas, por que si en la sierra hay algo digno de que enseñorearse es la puna, cima de la montaña ruda, desolada y fría. Un muchacho en la puna se siente sobre el mundo y también siente el único limite que tiene es el cielo limpio, de un azul tan grato que parece que tocara el alma misma.

Cuando mi madre tejía mi poncho viajero, era tan pobre que no tuvo para comprar anilinas. Pero como las madres conocen mejor que nadie de la creación; ella mi madre, subió a la colina mas próxima. Y subió cantando para que oyera el silencio. Y allí, sobre el lomo de la colina, extendió mi poncho hasta el atardecer, hasta la hora en que el sol se desmaya en los ojos de los animales salvajes, señal en que pueden bajar a los arroyos para apagar su sed.

Mi madre espero que lloviera y no llovió. Estaba a punto de enloquecer porque quería que su hijo tuviera el poncho mas lindo del mundo, y no llovía. Entonces, en su desesperación, lloro copiosamente sobre mi poncho. Y he aquí que de pronto, con los últimos rayos del sol, se enciende un arco iris en los bordes de mi poncho, en forma indeleble porque ni las lagrimas pueden ya borrarlos.

Cuando mi madre me entrego el poncho estaba alegre como una niña y me dijo; "Nunca señales con el dedo el arco iris". En aquel instante no comprendí lo que me quería decir. Estaba tan ofuscado por los maravillosos colores de mi poncho, que me entregue a sus brazos como un premio. Ella si que sabia que era un premio.

Ahora, después de que nuestro rio ha seguido llevando sus aguas año tras año, incansablemente, sin perder en lo menor su majestuosa belleza, cuando vea un arco iris no solo siento vivo el recuerdo de mi madre, sino que pienso que otra madre pobre esta tejiendo un ponchito viajero para su hijo de doce años. Y recién penetro en el enigma de la advertencia de mi madre. Recién comprendo que lo que me quiso decir era que nunca turbara el misterio de la creación.
  

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2 comentarios

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  2. Hola, me encantó la historia, me gustaría saber de qué lugar de la Sierra es. O dónde puedo encontrar más información por favor.

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