El Cuerno Que Mato a La Bella

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En una tarde de verano, cuando el sol comenzaba a apagar sus rayos y el verde pasto se extiende como sabanas sobre la tierra y un bello arco iris de pétalos bordeaba la hermosa pradera, que acompañada de su aire ondulante y brisas acariciantes invitaba a salir . Dos alegres y coquetas vaquitas: "Auroras", la mayor que muy aronda con su bello ropaje negruzco cual acababa con sus manchas blancas y una estrella en la frente y a su lado su prima "Chispitas" que corría y saltaba,
airosa y graciosamente. Desde lejos "Risos de oro" un bello galante y fornido torito los divisaba, el cual tuvo un pulso sobre su cuerpo y dio motivo a su espíritu, y ni corto no perezoso, decidió acompañarlas ya que el se sentía enamorado de Aurora. Parecía ella corresponder el bello sentimiento que a Risos de oro embargaba, paseando contentos estaban, cuan no muy lejos de allí se hallaba "Castalla", con unos ojos malignos que libidinosos mostraban su malicia y sus celos, decidiendo cortar trecho, se adelanto y los espero y al encontrarse pretexto motivo para buscar pelea, que comenzó como un juego, pero ya en la mente de Castalla estaba el vengarse de su rival. Duro el encuentro fue, que cuerno y cuerno tronaba desgarradoramente, como titanes encelándonos, decididos estaban a que la caída de uno sea el triunfo del otro. Sin medir el espacio rodando estaban y pronto llegaron donde Aurora. Ella en un ademan de separarlos, solo consiguió obtener una cornada mortal que introduciéndose en su exquisito ropaje dejase sangre brotar y tocando su cuerpo  el verde prado, lentamente dejaba salir sangre que ella emanaba y aunque este amargo panorama visualizaba el bello ocaso del atardecer, los toros enardecidos no dejaban de litigar, solo su prima se dio cuenta del fruto de la belica acción por arte de Risos de oro y Castalla el toro maliciosa que por celos vanos empezó una pelea inútil. El rojo carmesí que surcaba su bella piel, de pronto dio a entender que la muerte no iba hacerse esperar y el despertar del hades sobre su cuerpo la rodea. Cuando los viles rivales ni cuenta se dieron, demasiado tarde era ya la bella, hermosa y peluda vaquita había muerto por una inútil razón. que el vil egoísmo de los torso dio fruto una muerte sin razón

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