Era este legitimo machiguenga. Nada de pájaro o demonio. Machiguenga de carne y hueso era el. Pero tenia un defecto era un miserable. Eso significaba michantu. Hasta con su misma mujer era tacaño. No le daba ni de comer. El cazaba, el se lo cocinaba y el de lo comía. Para la esposa dejaba solo las tripas de pescado. Pasaba ella un hambre atroz. Al fin, las pago bien pagadas. Fue la mujer a quedarse donde su hermano. Le contó todo lo que le pasaba con el miserable esposo. Una maldición contra el salió de boca del horrorizado hermano: "Que desaparezca ese miserable", dijo . La maldición tuvo efectos inmediatos pues mientras el Michanti fue a beber agua, su casa despareció como por arte de magia. Por mas que la busque
, no la pudo encontrar. Muchos días duro esta búsqueda. Llego a tener tanta hambre, que se comió hasta la propia cusma, quedándose totalmente en cueros. Busca que te busca, entro en el monte, aunque su casa estaba en la playa. Encontró una chacra antigua, donde suele haber matas de plátano, algún frutal o por lo menos papayas. No encontró ni rastro de nada.
Desnudo y transido de hambre, se hinco de hinojos, pegadas la frente a la tierra, y lloro amargamente. Andando, andando días enteros, encontró otra chacra, tan yerma de frutas como la anterior, Lloro nuevamente. Continyando su perergritnaje, alcanzo a ver otra chacra vieja, que tampoco le saco de necesidad. Por fin en una de ellas, halla un papayo, mas sus frutos estaban verdes aun. Los comió, para no acabar de morir. Los días pasaban. Se sucedían las purmas, restos de antiguos cultivos, sin que su estomago se viese aliviado por el menor fruto o raíz alimenticia. Se vio obligado a comer tierra, como los primero machiguengas lo habían hecho antes de tener dientes y de conocer los actuales alimentos. Del todo desconsolado, un día sus gritos se elevaron mas fuertes que nunca. De pronto oyó un silbido a su espalda. Volvió el rostro y e encontró con su cuñado. Sin darse cuenta, perdido en el monte, se había acercado a su encantada morada.
El cuñado le pregunta:
-¿Que te ha pasado?
El le contó su triste historia y afligio peregrinar.
-Bien te esta, le replico, por tu conducta miserable.
Al oir tal respuesta, volvió a llorar.
El cuñado se compadeció de el, lo levo a casa, le dio vestido y comida. Con el hambre, por comer de prisa, se atoraba. El escarmiento parece que le valió algún tiempo. Ya no era tacaño. Con los años, se olvido y replico su miseria. El castigo no se hizo especial. Se perdió de nuevo y murió en el monte.
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