La huajya es una ave nocturna de la familia de las ardeidas, de cuellos y pico largos; plumaje suave, grisáceo. Los machos llevan en la cabeza dos plumas blancas que le adornan y le dan un aspecto gallardo cuanto se les encuentra encima de una piedra grande de rio solitario. Se alimentan de ranas, ratones y preferentemente de peces. Viven en las quebradas o lugares pantanosos.
Al atardecer del día, entre penumbras, vuelan en parvadas o por pares, hacia los lugares donde se alimentan. Entonces se dejan sentir por sus cantos monótonos.
¡¡Huaj!!,,,,,¡¡Huaj!!,,,,,¡¡Huaj!!,,,,, dicen a intervalos de tiempos cortos y parejos, como llevando el compás de pequeños aviones en marcha por los aires con motores apagados y cascos ennegrecidos.
Suchay; yaycumuy. ¡Grita la madre al chiquillo que juega en el patio! Manacha una aparusunqui. "Retirate, entra, no vez que la cabeza de bruja te puede llevar?"
Interrogado por el civilizado que escucha, cuenta la leyenda; "De que no son aves las que pasan, sino cabezas desprendidas del cuerpo de las brujas, en busca de cristianos y particularmente de niños indefensos, para cargar con ellos y alimentarse de su sangre y carne en festín especial que para ello se empeñan pasar, sorpresivamente, bajo las piernas de su victimas propiciatorias y que para defenderse del acecho y muerte inevitable, es practica colocarse espinos por el sitio que escogen para pasar, a fin de atracarlos enredados, en ellos, con los cabellos que tienen crecidos y abundantes".
No falta un fanfarrón maduro por efecto de los años, de mirada torva producida por la chicha distribuida en abundancia, en la era del trigo que larga la especie grosera de haber descubierto, cuando joven y guapo, una bruja sin cabeza, en determinado sitio que lo precisa y que tuvo el coraje suficiente a pesar de la oscuridad de la noche, de haberla embadurnado, con ceniza el cuello, de tal modo que al volver la cabeza no pudo incorporarse no pudo incorporarse al cuerpo de ninguna manera- Preguntando por la muchacha curiosa, admiradora de la proeza del macho, afirma enfáticamente haberlo visto, desde su escondite, viéndose en la necesidad de tener que abandonar la cabeza, por tener que hacer, toda vez que había amanecido el día, pero termina suponiendo que aquel cuerpo habrá servido de pasto a las aves de rapiña.
Cuando pasan, pues aquellas aves son otra cosa que hermosas garzas peruanas de entre la mucha variedad que existen en Fauna terrenal, suelen repetir los oriundos de campos; Uma pasachcan!....
Es muy probable que esta relación fabulosa haya nacido, hace tiempo de alguna madre de familia indígena, para amedrentar al niño atropellado a fin de que abandonando el juego de la tarde, se recoja al dormitorio del trabajo y los desgastes del día......
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