
Al termino de diez días oye los perros del caserío. Se alegro y todos los sufrimientos le parecieron pequeños por la alegría de verse entre los suyos. El tunchi volvió a molestarse con sus ruidos. Esta vez crujió fuertemente un árbol como si una de las ramas se quebrara. Miro a lo alto y ve que desciende del cielo un Kahonchi. Este le entrega un hato de piripiri y otra de ayahuasca para que lo siembre y le convida a tomar unas bebidas verdes en premio de salir victorioso en las pruebas de temor que le había puesto.
El piro, al llegar a su casa, sembró el piripiri y la ayahuasca, y fue corriendo a la cama porque se sentía enfermo. Tuvo dolores en todo el cuerpo y delirios que asustaron a sus familiares. Pero cuando salió de la enfermedad estaba convertido en un gran kahon chi, cazador y pescador acertadisimo. Al no temer al tunchi se había hecho acreedor a poseer el poder de los kahonchis.