Cuentan que una vez un anciano de barba muy blancas iba andando lento y pesadamente por un camino solitario. Era tan viejo que su bastón duras penas lo sostenía. Un repentino ruido le hizo pegar tremendo salto; que susto le dio aquella perdiz que en busca de su comida alboroto el pajonal a un lado del camino. Tanto se asusto que el corazón casi le estalla.
Desde un cerro cercano, todo lo sucedido había sido observado por un zorro vagabundo que festejaba el incidente riendo a pierna suelta. Sus carcajadas retumbaban en las peñas, como se burlaba el viejito.
Tantas risotadas hicieron voltear al viejo para ver de quien se trataba. Fue así que pregunto:
-¿Por que tanto te has alegrado?
El zorro, todavía sacudiéndose por la risa, respondió:
-Ay anciano de barbas blancas, me reía por el susto que pasaste. Como te has asustado. Además, riéndose, decía dentro de mi corazón que seria si yo lo asustara. Capaz se muere... si solo con un pajarito como se ha puesto.
El anciano sonrió de la desfachatez del zorro y le dijo:
-¿Realmente tu puedes asustar?
-Viejo barbudo - lo reto el zorro,- juguemos al susto. Vamos a ver quien gana.
Claro que el zorro estaba que el seria el ganador. Ya había podido ver como el anciano se había asustado con la perdiz. Así fue que propuso:
Yo empezare asustándote y para esto tendrás que ocultarte en esas piedras grandes.
Trepando con mucha dificultad por entre las rocas, el anciano fue a esconderse. Inmediatamente el zorro empiezo su acto de aterrar al anciano. Se ovillo como si fuera una piedra y dando saltos a la vez que gritos paso por encima de la cabeza del viejo. Luego dio volteretas aparentando ser un atado de trapos viejos que arrastraba el viento. El zorro estaba feliz y ya seguro de hablar cumplido su cometido, se dirigió hacia el anciano, se coloco frente a el y moviéndose su coposa cola dijo:
-Oye viejo barbudo ¿Qué me dices? ¿Capaz habrás muerto por el susto que te di?
- Si hermano me has asustado un poquito- contesto el anciano.
-¿Un poquito?- decía carcajeando el zorro.- A mi hasta ahora nadie ha logrado asustarme. Yo soy el que gana las apuestas al cóndor. No hay otro como yo en el mundo. Ahora es tu turno para asustar. Iré a ocultarme.
-Ten mucho cuidado, escóndete bien porque algo va a pasar- sentencio el viejo.
No bien el animal había ocultada su cola detrás se una piedra, el cielo se oscurecía y un terrible rayo sobre el insolente zorro. Su cuerpo se desparramo por todas partes. Aquí su cabeza, allá sus patas, intestinos. Todo eso, mientras la tierra temblaba como si fuera el fin del mundo.
Compadecido el anciano hizo caer otro rayo para juntar todos los pedazos del zorro. Luego de disipados el humo y el polvo, se asomo una cabeza con orejas caídas y después apareció un cuerpo chamuscado con el rabo entre las piernas. Fue aquí que el viejo pregunto:
-Y ¿Qué me dices? ¿Te has asustado o no? Mudo se quedo el zorro, solo gemía y temblaba. Recién en ese momento se dio cuenta de con quien había estado jugando. Según dicen, el anciano era el Santo Santiago.
Pasados unos momentos el zorro abrió la boca pero para quejarse:
.¡Y mi nariz ya no es mi nariz!
-¡Uy mi hociquito ya no es mi hociquito!
-¡Uy mis pellejitos ya no son mis pellejitos! Ni me acuerdo si me asuste. No se. Es como si el mundo se acabara.
Había recibido pues su lección este zorrito atrevido. Por eso dicen que no hay que despreciar a los ancianos, ni burlarse de ellos por que el Dios Santiago suele estar andando por los caminos convertidos en el harapiento viejito.
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