La joven pastora y su desengaño

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La siguiente es una historia de aquella época antigua en la que los animales se convertían en hombres y esto es lo que cuentan le ocurrió a una jovencita.

Esta muchacha solía ir a pastar sus llamas al cerro y pasaba su noche jugando con una cría de vicuña ala que quería mucho. Ni siquiera se imaginaba que era observada a la distancia por un lagarto que se había enamorado de ella.

Cierto día el lagarto se convirtió en un apuesto joven y se presento elegantemente vestido con un traje plomo oscuro jaspeado de verde. Su dentadura de oro brillante al sol y al hablar hacia rápidos movimientos con la lengua. Fue así como empezó, zalamero, diciéndole a la chica.

-Oh niña, lucen mío de la mañana. Desde que te vi este corazón ya no es mío. Si no estoy contigo, la vida no es vida, A diario necesito verte, florcita de sancaya.

La joven pastora y su desengañoTurbada por los halagos provenientes de un joven tan elegante a la vez lleno de gozo, despacito, cabeza gacha, la joven dijo:

-Dirás que soy cualquiera. Hija de panti soy, de gente pelada de la cordillera. ¿Cómo vas a quererme tu?.

Contesto enseguida el muchacho:

-Lucero de la mañana, te preguntaras quien soy yo. Hijo del Apu soy. Mis ganados por demás procrean y en el lecho de oro y plata duermo.

Hablando dulces palabras de amor empezó a acariciarla y se amaron desde ese día. Acordaron encontrarse siempre a las horas del pastoreo.

Extrañas costumbres tenia el joven. Le gustaba descansar sobre piedras planas, jamás en el suelo y cuando caminaba lo hacia arrastrando el pecho.

Paso un buen tiempo antes de que la chica contara de estos encuentros a sus padres. Les dijo que se trataba de un joven muy rico e inteligente a quien amaba mucho. Ellos quisieron conocerlo lo antes posible.

Al día siguiente se presento el novio cargado de regalos, una vicuña y abundante coca para sus futuros suegros y una fina manta para la joven, presentes que, según las antiguas costumbres, formalizaban el compromiso.

Los preparativos para la boda comenzaron con cierta anticipación porque los invitados eran muchos. Llegando el día la novia  lucia radiante; pollera y rebozo especialmente confeccionados para la ocasión. Su prometido vestía un poncho nuevo de color rojo y un pantalón de bayeta blanco y en la cabeza lleva un chullo adornado con flores de cantuta; vino arreando una manada de llamas como presentes de bodas sus suegros.

Bailando y cantando al compás de la zampoñas, la pareja y sus invitados se dirigieron a la iglesia del pueblo. Ya ubicados frente el cura y cuando este los iba a declarar marido y mujer atándolos con una cadena de oro, por detrás del altar apareció un gato negro. El novio dio tremendo salto aterrorizando, bruscamente se separo de su pareja y convirtiéndose en lagarto empezó a correr en busca de un agujero para esconderse. La agilidad felina se impuso a los torpes movimientos del reptil, quien fue devorado entero.

Suegros y acompañantes empezaron a perseguir al gato asesino, pero este huyo rápidamente por una ventana. Los llantos y lamentos de la novia eran desgarradoras. Según dicen, desde ese día jamás volvió a hablar con muchacho alguno y lo único que hacia era ir al lugar donde conoció a su novio y dar rienda suelta a su dolor.

Una noche de luna la muchacha lloro tanto que con sus lagrimas se formo una laguna, luego la joven desapareció para siempre. En esa laguna de llanto creció la yerba que llaman chikchipa, la que dicen es buena para cuando duele el corazón por una pena muy grande.





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