Cerca desta provincia, en una punta que los españoles llamaron Santa Elena, que se mete en la mar, hay ciertos veneros donde mana un betún que parece pez o alquitrán, y suple por ello. Junto gentes, cuya estatura era tan grande como cuatro estados de un hombre mediano. No declaran de que parte vinieron, mantenianse de las misma viandas de los indios, especialmente pescado porque eran grandes pescadores; a lo cual iban en balsas, cada uno en la suya, porque no podían llevar mas, como navegar tres caballos en una balsa, apeaban la mar en dos brazas y media, bolgaban muchos de topar tiburones o bufeos, o otros peces muy grande, porque tenían mas que comer, comía cada uno mas que treinta indios, andaban desmidos por la dificultad de hacer los vestidos eran tan crueles, que sin cusa ninguna mataban muchos indios, de quien eran muy temidos. Vieron los españoles en Puerto- Viejo dos figuras de bulto destos gigantes, una de hombre y otra de mujer. Hay memoria entre los indios, descendiendo
de padres en hijos, de muchas particularidades destos gigantes, especialmente del fin de ellos; porque dicen que bajo del cielo un mancebo resplandeciente como el sol, y peleo con ellos, tirandoles llamas de fuego, que se metían por las peñas donde daban y hasta hoy están allí los agujeros señalados; y así se fueron retrayendo a un valle, donde los acabo de matar todos. Y con todo esto, nuca se dio entero crédito a lo que los indios decían cerca destos gigantes, hasta que siendo teniente de gobernador de Puerto-Viejo el capitán Juan Olmos, natural de Trujillo, en el año 1543 y oyendo todas estas cosas, hizo cavar en aquel valle, donde hallaron tan grandes costillas y otros huesos, que si no parecieran juntas las cabezas, no era creíble ser de personas humanas, y así, hecha la averiguación y vistas las señales de los rayos en las peñas, se tuvo por cierto lo que los indios decían, y se enviaron a diversas partes del Perú algunos dientes de lo que alli se hallaron, que tenia cada uno tres dedos de anchos y cuatro de largo. Tienes por cosa cierta entre los españoles, vistas esta señales que por ser, como dicen que era esta gente, muy dados al vicio contra natura, la justicia divina los quito de la tierra, enviado algún ángel para ello, como se hizo en Sodoma y otras partes, y así para estos como para todos las otras antigüedades que en el Perú se saben, se ha de presuponer la dificultad que hay en la averiguación, porque los naturales ningún genero de la letra ni escritura saben ni usan, ni aun las pinturas, que sirven en lugar de libros en la Nueva-España, sitio solamente la memoria que se conserva de unos de otros, y las cosas de cuenta se perpetúan por medio de unas cuerdas de algodón, que llaman los indios quipos, detonando los números por nudos de diversas hechuras, subiendo por el espacio de la cuerda desde las unidades a decenas, y así desde arriba, y poniendo la cuerda del color que es la cosa que quieren mostrar y en cada provincia hay personas que tienen cargo de poner en memoria `por estas cuerdas las cosas generales, que llaman quipo camaios; y así, se hallan casas publicas llenas de estas cuerdas, las cuales con gran facilidad de entender el que las tiene a cargo, aunque sean de muchas edades antes de el.
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