
Algunas veces ofrece a los mineros una veta fina y mientras habla se fija si los ojos de los cholos brillan de codicia. Según el trato se debe ceder al enano la mitad de los que se encuentre. Muqui sabe cual promete de buena fe.
Por las noches hunde sus duros cuernecitos en la roca. El cerro tiembla al sentir que le rompen su barriga de plata. Para aquel que ofreció con intención derecha, el enano golpea su cabeza una y otra vez, hasta dejar bien abierta la vela.