El Granizo

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Tres hermanos eran el granizo. Uno de los hermanos era cojo, el otro hermano era ciego, y el ultimo hermano era sano. La madre de los tres una viejita haraposa, vestida de amarillo y picada de viruelas.

Cierta vez un postillon de correas de viaje. Camino dos, tres, cuatro días de jornada. Una noche le sorprendió en una llanura silenciosa. En la obscuridad, no encontró donde alojarse; busco una casa para guardarse de la intemperie. Así en la lejanía, vio brillar una luz. Y se encamino en esa dirección, pensando que la luz debía brillar en una casa. "Allí debe haber en corral de ganados", decía, mientras caminaba.

Cuando llego al sitio, encontró dos chozas juntas. Una viejita estaba sentado a la puerta. Era la madre del granizo. El hombre le hablo.

-Madrecita mía, dame alojamiento.

-Muy bien, te daré alojamiento- contesto la vieja

-La viejita cocinaba para sus tres hijos en varias ollas enormes.

-Entra, mi señor- dijo, invitando al viajero.

El hombre entro a la choza. Entonces la vieja le dijo:

-Ahora van a llegar mis hijos. ¿Qué les diré, que haré? Ellos son muy perversos, te matarían, si te encuentran.

En ese instante el granizo tronaba en el horizonte "tunrun.... tunrun... "Como cuando anuncia la tormenta.

La vieja hablo.

-Uno de mis hijos es cojo, el otro es ciego, el otro es sano. El cojo y el ciego son perversos. No temen matar a nadie. Si te encontraras, te matarían. Siéntate solo en el rincón, solo en el rincón.

Y le sirvió caldo de un plato enorme. El hombre empezó a tomar el caldo inmenso trozos de carne habían en el plato, carne de toda clase de animales. El hombre comía. Tenia mucha hambre, pero la comida no le hartaba, cuando mas comía mas aumentaba su hambre. Es que el granizo mataba a los animales y a las gentes que encontraba en su camino. Y tal era la carne que llevaba donde su madre para que cocinara. Por eso no satisfacía el hambre de nadie.

Mientras el hombre comía, el granizo seguía sonando, cada vez mas cerca; "tunrun..... tunrun.... " Daba vueltas, se arrastraba alrededor de la choza, sus gotas frías golpeaban ya la puerta.

¡Pronto, pronto, acaba de comer!- exclamo la viejita.

El hombre engullo rápidamente la comida.

El granizo se estremecia en la puerta, danzaba con furia: "tunrun.... tunrun..."

La señora pregunto a su huésped:

-¿Tienes harina de kkañiwa?

El hombre le entrego su fiambre de kkañiwa, después la viejita tapo al hombre con una gran vasija de barro. Los tres hermanos granizo, llegaron, entraron a la choza vecina, uno tras otro. La viejita les llevo la comida. Y advirtió al postillón:

-Ahora van a sentir tu olor.

-Al poco rato se oyó la voz de uno de ellos.

-Madre, siento un olor extraño. ¿De donde sale?

-No se- contesta la vieja- Aquí no hay nada.

Pero volvieron a preguntar.

-Madre, dinos de donde sale ese olor.

-Debe ser esto, que huele así- dijo la viejita. Y fue a la choza de los hermanos llevando la bolsa de kkañiwa.

-¡Oh! ¡Magnifico! ¡Este es el dulce que ansiabamos!- exclamaron los tres. Y mascaron la harina de kkañiwa.

Luego, el granizo, los tres hermanos se echaron a dormir. El hombre también se durmió.

Pero al postillon se quedo dormido hasta muy tarde. Cuando despertó, el sol estaba alto. Despertó y miro alrededor. Habían desaparecido las chozas, la viejita y el granizo. Y vio que había dormido a la orilla de un tremedal. Se levanto y se echo andar. No había nada, solo la llanura silencioso.

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