En el Tahuantinsuyo, a falta de escritura, era
transmitida la historia oralmente en cantares, compuesto por los Haraviku o
poetas inventores. También se representaban dramas en idioma quechua, aprendido
a viva voz. De ellos ha llegado a nosotros, por tradición, el notable drama
“Ollantay”, el cuál anda ya traducido del original quechua a varios idiomas
modernos. Es el mejor logrado poema de los vates amautas, los hombres del saber
incaico. Por todo el poema vibra potente el eco del máximo apogeo del imperio y
el cuzco, por los albores del siglo XV, reinando Pachacútec, el más poderoso de
los incas.
Relata la vida y los amores de Ollantay (Titan los Andes), héroe legendario del Tahuantinsuyo, con la princesa Coyllur (estrella), hija de Pachacútec y hermana del héroe Yupanqui. La princesa también se enamora de las cualidades y de la hermosura de Ollantay. Este amor es juzgado como sacrilegio por las leyes del imperio. El Huaillaco-Huma, Sumo Sacerdote, acusa a los amantes ante el inca. Cusi-Coyllur es encerrada en la casa de las Macunas, por lo cual Ollantay resuelto a liberarla, se rebela contra el poder imperial y logra fortificarse en el castillo de Ollantaytambo. La princesa dio a luz una hija y el emperador murió de dolor y vergüenza. por lo que el príncipe heredero y afortunado guerreador Yupanqui juró vengarse, poniendo desaforado cerco a Ollantay en su inexpugnable fortaleza. Años más tarde, cayo, por fin, Ollantay en poder de Yupanqui, por quien fue condenado a muerte. En aquel trance intercedió por el reo, con vehemencia y ternura, la dulce Ima-Sumac, el fruto de aquel amor tan poderoso, y Yupanqui, no solo perdono a Ollantay y dio libertad a Coyllur, sino que les permito casarse.
De esta pieza literaria afirma Cossio del Pomar que “marca el periodo de iniciación en el imperio” Y, aunque modifica algunos datos de los arriba anotados, se extiende en este interesante comentario.
Los episodios de la lucha se desarrollan poniendo en relieve los valores formales de un pueblo que lleva ya recorrido un largo trecho en la senda cultural. El drama va marcando, mas que todo, los elementos de la lucha del hombre de la tierra, el Andi, contra el hombre del cielo, el Inca. Lucha que tiene una síntesis victoriosa cuando de los amores de Ollantay y la hija del Sol nace un hijo, bautizando con el nombre de Ima-Sumac. (Muy hermoso)
Ollantay, no solamente representa a un mortal enamorado de una estrella, representa a una raza, oprimida por una clase teocrática, sojuzgada por el poder divino de los incas, Encarna las fuerzas de la tierra luchando por su liberación. Como dicen bien Ricardo Rojas: “Ollantay es un imaginario epígono de las culturas megalíticas y de estos amautas, anteriores a la edad de los incas históricos”. Es el héroe telúrico, hijo de la tierra y adorador de Pachamama, la madre eterna, y de Pachacamac el primer padre”. Ollantay lucha contra Yupanqui, el rey semi-Dios y contra el orden sideral que su imperio representa en el Tahuantinsuyo.
Ollantay se presenta lleno de cualidades terrenales. La tradición le confiere el dominio del cóndor, la astucia del zorro, la flexibilidad de la serpiente, la fiereza del jaguar, la dureza de la roca, la felicidad de la tierra Anti, la terca voluntad del rio. Todas las virtudes del guerrero, del animal, de la planta y del mineral. El hijo del héroe viene a consumar humanización de la dinastía incaica. La liberación del hombre, sujeto a los interese políticos y religiosos de una clase social. Ollantay es algo así como el apóstala, que rompe las trabas que tienen maniatada la expresión artística, el que abra camino el sentimiento nacional.
“El hijo de Coyllur es el símbolo de alianza entre el mito solar y las fuerzas de la naturaleza. Realizara el pacto entre el poder divino del cielo y el poder fecundado de la tierra…”
Tal es el sentir general de los modernos historiadores peruanos, los cuales consideran el Ollantay como una obra de teatro, debida a algún Equilibrio incaico, de las que se representaban en la corte de los incas, salvada gracias a la traducción de un indio quechua, españolizado balo el nombre de Espinoza Medrano, chantre y arcipreste de la catedral de Cuzco, que vivió entre los años 1632 y 1688.
Sin embargo, en nuestros días se ha declarado abiertamente en contra de esta tradición el escrito Arturo Capdevilla (quien gusta de la critica estridente y destemplada en varias cuestiones de la historia incaica). Con referencia al Ollantay escribe: “A mi leal entender, la cuestión fue ya resulta en contra definitivamente por el general Mitre, con tal acopia de razones, con tal plenitud de conocimiento, con tal prolijidad de análisis, que solamente un mal entendido patriotismo peruano – por no decir tahuantinsuyense- puede renovar la de antemano perdida discusión. Según las conclusiones de Mitre, el pretendido drama quechua fue escrito a fines del siglo XVIII por el cura de Tinta, don Antonio Valdes, acaso la celebración del alzamiento de Tupac Amaru… la leyenda literaria Ollantay, atribuida a los amautas incaicos, tiene además origen conocido, y no es cosa de hacerse uno mismo la burlería de no saber lo que se sabe. Se comprueba en el texto de las antigüedades peruanas de Rivero y Techudi que estos fueron los inventores de la especie que supone al Ollantay compuesto en el siglo XV y representado públicamente en la plaza de Cuzco, con asistencia del Inca”.
En conclusión, el Ollantay, según Bartolome Mitre, seguido por Capdevila, no es ningún drama quechua, ni incaico, sino español, aunque compuesto en idioma quechua y para los quechuas. Lo menos que puede concederse es que el asunto y muchos episodios y circunstancias del drama fueran tomadas de la tradición indígena, al lado de la tragedia Urulau fue amoldada por Concepción L. Chávez a la tradición guaraní de Paraguay.