CHAINGABANE

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Yakona o Yakonero, fue una de la mujer con raza Machiquenga que un día llego a merecer, por su belleza, los favores de un dios, probablemente de uno de os muchos que, según la mitología Machiquenga existen invisibles en los espacios y en otros lugares imponentes de la naturaleza pero que en tiempos muy remotos les daba por tener tratos y relaciones con los mortales.
Aunque es de suponer que ella viviera dichosa a su lado, su empeño por regresar a la sociedad de sus paisanos dejados en la tierra era tal, que él, no sin sentir alguna contrariedad, acabó de darle permiso, pero advirtiéndola que siguiese estrictamente el derrotero que le señalaba, de lo contrario caería en algún percance con peligro de su vida. Emprendió el viaje trayendo por únicos compañeros a sus dos hijos gemelos, que aun gestaba en sus entrañas, y como estos eran seres de origen sobrenatural, ya hablaban y pedían a su madre flores y otras cosas raras que vislumbraban y deseaban poseer a toda costa.
La mujer, por complacerlo iba a buscar estas cosas, muchas veces con peligro de perder el camino que debía seguir y cuando las conseguía las tragaba por ser esta la mejor manera de hacerles llegar a poder de sus hijos y aun por consejo de ellos mismos. Pero como al fin llegara a fastidiase con las nuevas y repetidas exigencias de sus caprichosos vástagos, estos parecen que quisieron demostrar a su vez el resentimiento o despecho con el silencio y, lo que es peor, haciéndole perder el camino. Después de vagar durante días al azar llego a donde vivía una vieja, una especie de hada llamada Tsirimpi, quien por el momento no quiso hospedarla, advirtiéndola ser madre de unos tigres feroces y por tanto capaces de devorarla si la llegaban a encontrar al volver por las tardes de sus acostumbradas correrías. Sin embargo, dolida de sus ruegos, la recibió y aunque durante mucho tiempo lo tuvo oculta a vista de los tigres, cuando estos pudieron descubrirla, el hada opto por casarla con el principal de ellos. Pero, como felino que era, un día encontró pretexto para matarla, el hada apenas consiguió permiso para salvar a sus hijos y hacerlos criar lejos, donde no pudieron regresor algún día, tu siendo ya hombres.
Aunque los vástagos, en vez de salir con figura humana, tomaron el aspecto de unos tiernos pajarillos, el hada, aparentando despacharlos lejos , los crío de verdad a su lado ocultamente.
Entre estos dos niños, el que se llamaba Chaingabane dio muy pronto pruebas de poseer ingenio y valor nada comunes. Sin esperar a ser mayor de edad se propuso exterminar a los tigres, no solamente por vengar a su madre la infortunada Yakona, victima de ellos, sino también por salvar a su pueblo de ese terrible flagelo diezmador.
Con la ayuda de su hermano y de otros niños de la vecindad se puso a construir en la cascada del rio cercano una trampa parecido a la que usan los Machiquengas para coger pescados, per armada con afiladas púas hechas de solida madera. Después de preparar así la trampa los muchachos por atraer a ese sitio de tigres que llegaba del bosque con tal vocerío pregunto por la causa de ello a su madre el hada. <<Son hijos de vuestra victima que han vuelto de su destierro contra todas las precauciones que de mi parte había puesto para impedirlo, le contesto con fingido aire de contrariedad. El tigre sin querer oír más explicaciones, se fue en busca de los muchachos, pero estos al ver que los acechaba le invitaron en tono burlesco para que viniera a bañarse con ellos, diciéndoles: pishari,pishari, yainatio aka kaataigakera (abuelito, abuelito, ven aquí para bañarse juntos).El fiero animal, aunque por unos momentos estaba indeciso, vencido al fin por la ira muchas invitaciones que en tono de burla le dirigían los chiquillos se fue hacia ellos echándose al rió, pero llevado por la irresistible fuerza de la corriente no paro hasta caer en la trampa y ser desde luego atravesado por las lanzas de que estaba armada, acto seguido lo sacaron a tierra y abriéndole las entrañas, echaron el corazón en un caldero de agua hirviendo que habían preparado. El resto de su cuerpo lo incineraron, y sus cenizas las enterraron, para impedir que resucitara, lo que también seria posible ya que debía su origen a poderosos genios maléficos.
Por este medio y otros no menos ingeniosos que sucesivamente pusieron en práctica, lograron exterminar a todos los tigres que a la sazón existían para flagelo de los hombres. Pero como, no obstante, la medida mas radical para que en los sucesivo no existieran tigres peligrosos para la especie humana sería el matar a la vieja hada que los había dado a luz, mal de grado, por inescrutables designos de los hados, resolvieron también acabar en ella. Con todo, de nada les valió todos los lazos que se le prepararon ni la persecución que le hicieron con el propósito de cogerla viva y estrangularla, por que en ese ultimo caso logro también salvar su vida, convirtiéndose en etini (tatuyo o armadillo) y metiéndose en madriguera subterránea para luego salir por otra opuesta, al igual que lo hacen los armadillos para librarse de sus enemigos. Si la vieja no hubiera quedado con vida los tigres que atacan a las gentes hasta en sus propios hogares no existirían ya hoy en día.
 A medida que chaigabane entraba en años iba también creciendo en sabiduría y conocimiento hasta abarcar en muchas, cosas del orden maravilloso. Así fue el primero en edificar casas o palacios de todos los ordenes arquitectónicos, en fabricar herramientas, toda clase de armas sin exceptuar las de fuego, y otros diversos artículos manufacturados, que hoy los varicochas (blancos o civilizados) hacen conocer como frutos de su propio genio inventivo. Llego a poseer la inmunidad contra los dolores y los sufrimientos, pues entre tantos actos prodigiosos con los que lo demostraba, fueron el atravesarse la cabeza de parte en parte con un afilado punzón, tragar tizones de candela, y arrojarse al suelo grandes alturas, todo eso sin sentir dolor ni sufrir lesión alguna.
Ademas de esas habilidades prodigiosas que trato de incultar a sus súbditos les enseño tambien, entre tantos otros conocimientos que él llego a perfeccionar, el arte de confeccionar las flechas, y al arco con que se las disparabas; el arte de hilar fino el algodón y de tejerlo con primor, el de construir embarcaciones o canoas y los remos con que se las manejaa. Les enseño el conocimiento de las yerbas medicinales y sus aplicaciones para cada enfermedad, el arte de la caza y de la pesca, a fabricar utensilios, prendas de adorno para la caza y de la pesca, a fabricar utensilios, prendas de adorno para la indumentaria, etc.
Todo eso y mucho mas trato de enseñarles, pero solamente a los que tuvieron vocación o interés natural por aprender, y les concedió desde entonces el privilegio de hacerlo transmisible a sus descendientes. Lo que carecieron de esa vocación, que desgraciadamente fueron los más, transmitieron también desde entonces sus incapacidades a toda su descendencia.
He ahí la causa primordial por la cual entre los machiquengas no todos sean aptos para aprender algún oficio que se les enseña. Se necesita tener vocación, pero esta no es privilegio que nace con uno sino que se lo hereda de los antepasados.

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