La Campana Invisible

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En el valle de Mala, dominio que fuera de Chuquimancu, se encuentra dispersos, bordeando los cerros que descienden hasta el mar, restos de antiguas poblaciones, casas y cementerios en ruinas, huacos, vestidos, todo en lamentable forma y estado porque el tiempo y los huaqueros, han hecho del adobe, presa fácil de su lenta pero eficaz labor erosivo, se conservan también de aquellos tiempos pre hispanos; leyendas y relatos no exentos de verdad y de interés.

A la orilla derecha del rio que fuera el valle y que lleva por nombre el de Mala, entre los distintos de San Antonio y de Flores (Santa Cruz de Flores), abrigados por los brazos de un diminuto y trunco portachuelo, se extienden  paredones y cráneos rotos, vestigios de crecida población en otrora. Conocido es el sitio con el nombre de la Orella y su prestigio no reside en el valor arqueológico que quizás representa, pues no ha sido estudiado, sino en lo que a su alrededor sucedía.

Oiase, en los lugares cercanos a las ruinas de Olleria, los tañidos de una invisible campana. Raros sonidos que no obedecían a la pauta alguna, débiles, violentos, sonoros y fuertes, ya en la cumbre de los cerros, ya debajo de las mismas ruinas o en el sub suelo sobre el que se hallaba el caminante, indistintamente se presentaban.

¿Se sabe algo de tal fenómeno? El hecho original se remonta a los primeros años de la conquista, la tradición lo conserva manándolo con su aporte de siglos.

A la llegada de los españoles, los nativos, cuando Atahualpa desde Cajamarca ordenara el recaudo de tesoros para lograr su libertad, temerosos de perder lo poco que les quedara, después de haber cumplido con su contribución, optaron por llevar los objetos mas preciados a lugar seguro. Cavaron entonces en la faldas de cerros, secretas galerías e hicieron de ellas inestimables cofres y seguros refugios, pues a la vez eran especie de catacumbas donde los hijos del Sol siguieron reuniéndose para venerar a su padre Inti. Se salvaron así de la codicia de los españoles múltiples objetos de oro y plata, los cuales con el tiempo y por el choque o contacto con otros cuerpos o por la acción del viento, trasmiten a través de las rocas o de túneles subterraneos sus inarmonicas vibraciones que sorprendían al viajero no avisado.

Se había hecho creencia general, entre los pobladores nativos que dicha campana llamada a las alma de los antepasados, los visto también en las noches oscuras, un largo desfile de luces alrededor de los paredones de las ruinas. Les era difícil aceptar que tales luces no fueran otra cosa que las emanaciones que desprenden al contacto con el aire.


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